¿Por qué no me siento feliz?
Es una pregunta que, aunque sencilla en apariencia, tiene una respuesta compleja, llena de matices y lejos de ser completamente blanca o negra. Este tema, que muchos esquivan, merece un espacio de reflexión, especialmente porque alrededor del concepto de felicidad se ha construido toda una industria consumista cuyo único propósito parece ser hacerte creer que tu felicidad depende de aquello que puedas adquirir o experimentar externamente.
Es un terreno delicado, lo sé, porque una de las industrias que más lucran con esta idea es la de la autoayuda, una industria que conozco de cerca. He escrito un libro sobre el tema, Ganemos la guerra después, y estoy en proceso de publicar un segundo. Este contexto me permite hablar con una visión crítica y constructiva al respecto.
El punto esencial aquí es comprender que la felicidad no es algo que proviene de lo externo. Ni la industria del coaching, ni la autoayuda, ni un libro, ni siquiera un curso pueden decirte cómo ser feliz.
La felicidad como un concepto abstracto
Pongámoslo en perspectiva: lo que a ti te hace feliz puede ser lo que hace infeliz a otra persona. Es paradójico, ¿no crees? Lo que quiero enfatizar es que no existe un concepto universal de felicidad que sea mejor o peor que otro. Es profundamente personal.
Entonces, ¿qué es eso que te hace feliz a ti? Nadie puede responderlo más que tú mismo. El problema, en muchas ocasiones, es que nos da miedo enfrentarnos a esta pregunta. Preferimos entregar esa responsabilidad a un libro, a un coach o a la última tendencia en redes sociales que promete “la fórmula mágica” para ser feliz. Nos da miedo porque si decidimos abrir esa puerta y descubrirnos, ya nos quedaremos sin excusas sobre el funcionamiento propio de la vida.
Pero aquí está la verdad incómoda: no funciona así. Nadie puede entregarte la felicidad empaquetada en pasos específicos.
Ahora bien, ¿por qué considero que esta industria se tambalea? Porque cada vez más personas se dan cuenta de que la felicidad conlleva responsabilidad. Es una decisión consciente, y no solo eso, sino que es una decisión diaria.
Desde mi perspectiva, incluso puedes estar triste y ser feliz al mismo tiempo, porque la felicidad no es un estado constante ni una meta final, sino una forma de interpretar y vivir tu experiencia diaria.
Consejos con propósito, no generalistas
No quiero caer en la misma trampa que este artículo critica: ofrecer consejos que pretendan ser aplicables a todos, porque eso simplemente no es posible. Cada quien carga con su propia historia, con sus heridas, con sus anhelos.
El mejor consejo que puedo darte, entonces, es este: conócete a ti mismo. Inicia un proceso de autoconocimiento sincero. Pregúntate:
- ¿Qué me molesta y por qué?
- ¿Qué me hace feliz y por qué?
- ¿Qué decisiones me han llevado a este momento y qué puedo aprender de ellas?
Cuando te permites esta introspección, la “industria de la felicidad” y sus productos pueden convertirse en herramientas valiosas que sumen a tu camino. No para reemplazar un proceso interno, sino para acompañarlo. La felicidad, en última instancia, es algo que construyes a lo largo de tus experiencias y con base en las decisiones que tomas día tras día.
Es hora de recuperar tu poder. Nadie puede hacerte feliz excepto tú.
Te abrazo,
Leo Vidal